Ediciones Presses Renaissance 2008
La vida salvaje y evangélica de Myriam de Magdala en la Sainte Baume (Francia)
Myriam tenía hambre.
No sabía cazar.
En el bosque de la St Baume como en los bosques de otros lugares, las codornices no caen del cielo bien asadas y nadie ha oído hablar del maná con sabor a miel que podría recogerse cada mañana sobre las rocas o entre el musgo.
Para quien tiene hambre ¿qué peso tienen la filosofía, la espiritualidad, la poesía, ante un plato de lentejas?
Ninguno…
¿Que más nos dan los discursos sobre la verdad, sobre el amor, la paciencia, la impermanencia de todas las cosas etc. cuando tenemos el estómago vacío y que el estómago ocupa todo el espacio y nos devora el corazón y el resto?
Myriam no pensaba en nada más, no vivía por nada más que para un plato de lentejas. Los árboles de la St Baume podían darle toda clase de flores, y de perfumes, eso sólo la irritaba y le hacía sentir más hambre.
“Tengo hambre” – ¿es una plegaria que Dios no oiría?
Ese día todas las palabras de Yeshua (Jesús) le parecieron vanas, más bien insultantes :
“No os inquietéis por vuestra vida, lo que comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué lo vestiréis.”
¿Es que Yeshua nunca había tenido hambre? ¿Nunca había caminado desnudo en pleno invierno, por un bosque hostil por hablar así? Myriam tenía hambre, estaba desnuda, estaba inquieta por su vida, estaba dispuesta a renegar todo el Evangelio que había escuchado por un plato de lentejas.
Que quién no haya tenido nunca el vientre vacío, que aquél que no haya tenido nunca hambre le tire la primera piedra…
Todos los textos de sabiduría, sólo han sido escritos para vientres llenos, – pensaba, para aquellos que se pueden permitir el lujo de tener un espíritu, o un alma grande porque no tienen un vientre que les duele de hambre.
Myriam comprendió que no era más que una bestia, ella a quien creían la prometida de un Dios, ella a quien tomaban como la “Sophia” (la sabiduría)…
No, un animal, una mujer salvaje que no sabía cazar, pero que sentía toda clase de garras, estaba dispuesta a abalanzarse sobre cualquier cosa, o cualquiera, se olvidó del plato de lentejas, era una imagen, un pensamiento, un recuerdo de más que la cortaba de su instinto, de su impulso a hacer lo que era justo en el momento presente.
Se echó a tierra y fue arrastrándose cuando, con la nariz entre las hojas, encontró su comida. Pero ¿Era una nariz? Más bien un morro como el de los jabalíes, sus hermanos del bosque, no era un plato de lentejas lo que descubría, ni nada conocido, aquello tenía un sabor y un olor indescriptibles, era sin duda lo que más tarde llamaríamos trufas…
Se alimentó también de un poco de tierra y hierbas y bebió de la fuente. Entendió entonces lo que Yeshua quería decir con “no inquietarse por nada”, quería decir no aumentar, con su hambre futura, su hambre en el presente, no aumentar con su posible dolor en el futuro el dolor en el presente. Así basta.
Lo que nos es dado en el momento presente es lo único necesario. Myriam observó a los animales del bosque con más atención. Efectivamente no se inquietaban por el mañana, parecían inquietarse sólo cuando sentían hambre, pero no, no se inquietaban, se despertaban, tenían hambre y era el hambre quien les dictaba los acciones necesarias para encontrar el alimento que necesitaban antes de volver al descanso, a la tranquilidad que parecía ser su naturaleza esencial.
“¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?
¿Cómo la Vida puede ser alimento? Los Discípulos, indicándole el bosque de la St Baume como refugio imaginaban sin duda que se alimentaría “de amor y agua fresca”. ¿Sabían realmente lo que era el hambre? Y ella ¿sabía lo que era “alimentarse de la Vida”? Fue allí para aprenderlo…
Necesitó varios meses para aprender que “el hombre no vive sólo de pan”, de lentejas, de trufas con tierra o de codornices caídas del cielo; pero de aire y aliento… Aprendía a respirar profundamente, y había en ello un alimento sutil, nunca lo pensó, ni lo imaginó, sin embargo se acordó que Yeshua comía tan poco, excepto cuando estaba con su amigos, la buena carne y el buen vino, sabía apreciarlo con sus amigos.
Cuando los discípulos se inquietaban sobre su hambre, El respondía “ tengo para comer un alimento que no conocéis… mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre.”
Tantas palabras extrañas que ahora comprendía mejor. “Abba” no era par Él sólo una palabra, sino una Presencia, la Presencia que le acompañaba y esta Presencia le llenaba, no sólo el corazón y el espíritu, sino también el vientre, permanecía todo Él, entero, en su Presencia…
Se acordó también de otra palabra “Yo soy” es el pan de vida. “El que coma de mí nunca más tendrá hambre” Estas palabras habían hecho huir a muchos discípulos.
“¿Cómo nos daría su cuerpo como comida?” Ahora entendía. “Yo soy” es el pan de vida. Si ella permanecía en Su presencia, como Él permanecía en presencia de la Conciencia infinita que Él llamaba su Padre, entonces sería alimentada “cuerpo, alma y espíritu”.
Fue así como comenzó a invocar Su Nombre “Yeshua”, al ritmo de su respiración… Los efectos no se hicieron esperar – Yeshua – “Yo Soy” permanecía verdaderamente en ella, calmaba todos sus apetitos, todas sus inquietudes.
Afrontaba cada prueba en Su Presencia, de una en una, el sufrimiento, de uno en uno, el placer, de uno en uno… Sin preocuparse de lo que iba a pasar – lo que pasara sería un presente, una ocasión de Ser con “Yo Soy”, en Su Presencia…
Mañana no existe, nunca ha existido. Jamás ha existido otra cosa que el “hoy”, ayer cuando lo viví era un “hoy”, mañana no podré vivirlo más que como un “hoy”.
Sólo podemos amar en presente. Decir he amado, es no amar ya y decir amaré es no amar todavía.
Sólo se puede vivir en el presente. Decir he vivido, no es vivir y decir viviré es no vivir todavía.
Reflexionando sobre ello sintió que su vida se simplificaba considerablemente. Lo único necesario era considerar el presente como la única necesidad. No era un lujo o lo que llamaríamos espiritualidad, era una cuestión de supervivencia. Si alguien quiere vivir solo en un bosque, hay que aprender del bosque y de sus habitantes. ¿Acaso no eran éstas las palabras del Maestro?
“Mirad las aves del cielo no siembran ni recogen, no guardan en sus graneros y vuestro Padre celeste las alimenta”.
Se acordó de una mujer que oyendo estas palabras le había dicho : “se ve que Yeshua no ha tenido hijos, sabría que una madre está hecha de inquietudes por sus polluelos, sus gatitos o sus oseznos… Qué egoísmo, qué falta de amor!”
Yeshua le había pedido que observara sobre todo las gallinas, las gatas y las osas, vería que no se inquietan, no se preocupan, no se hacen problemas por su progenitura. Esto no quiere decir que se desinteresan, al contrario, hacen lo necesario, todo lo que pueden por su bienestar, pero no se inquietan, no añaden nada a aquello que es necesario…
“Pero nosotros, añadió la mujer, no somos animales, somos inteligentes y tenemos corazón.”
“Preocuparse, es una manera de utilizar la inteligencia y el corazón” respondió Yeshua, “¿pero es la buena? No es una mejor forma de utilizar la inteligencia y el corazón responder lo mejor posible a la situación presente, sin inquietarse por el mañana, por aquello que todavía no es hoy?
Yeshua no dice que no hay que hacer nada, sino hacer todo lo que tenemos que hacer sin inquietud ni preocupación. Son las inquietudes y las preocupaciones las que nos minan el corazón, el espíritu y el vientre, impidiéndonos hacerlo bien y vivir bien…
La preocupación y la inquietud se enraizan en nuestra mente, no en la realidad.
Si la paz reinara en nuestro corazón y en nuestro espíritu, haríamos mejor cada día lo único necesario y “eso basta…”
“¿Quién de entre vosotros, con su preocupación pueda alargar de un solo instante su tiempo de vida? Y del vestido ¿por qué inquietaros? Observad los lirios del campo, como crecen : no trabajan, ni hilan, y Yo os digo que ni Salomón en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Que si Dios viste así a la hierba del campo que es hoy y mañana será echada al fuego, no hará mucho más por vosotros, hombres de poco fe! No os inquietéis por tanto diciendo: ¿qué comeremos, qué beberemos? ¿De qué nos vestiremos? Esas son las cosas por las que se inquietan los paganos. Vuestro Padre celeste sabe que necesitáis todo eso. Buscad antes el Reino y su justicia y todo eso se os dará por añadidura. No os inquietéis entonces por el mañana : el mañana se inquietará de sí mismo. A cada día le basta con su afán.”
A cada día le basta su hambre…
Vivir la propia hambre, no añadir falsos apetitos, no inquietarse – era la ley del bosque, de los animales y de las plantas que la rodeaban. Sonreía pensando en el rey Salomón, había ahí sin duda un error, si los lirios del campo están efectivamente muy bien vestidos, una mujer como ella ¿con qué podría Dios vestirla? Tenía frío y no habría soportado vestirse con piel de animales como Juan el Bautista o de plumas de ángel, como en sus sueños.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que, desde su llegada a St. Baume sus cabellos habían crecido mucho, eran también más tupidos y que su cuerpo vestido con ellos no tenía nada que envidiar a la piel de las lobas.
También había aprendido a luchar contra el frío con su respiración y que la invocación del nombre de Yeshua era a veces en ella como un fuego, algunos mirlos podrían confirmarlo, en invierno se podía ver fundir la nieve cuando su cuerpo y sus cabellos se acercaban a ella. Pero esa no es la cuestión, los magos de todas partes conocen bien esos fenómenos que nacen de nuestra intimidad con la naturaleza. Lo importante para ella era “buscar antes el Reino de Dios y Su Justicia, sabiendo que el resto le sería dado por añadidura.”
La mayor parte de los hombres buscan antes “el resto” :” la riqueza, la salud, la belleza, el éxito, la paz, el conocimiento etc., todo lo que puede existir de deseable…”
Buscan lo deseable antes de conocer su deseo más profundo y su energía se dispersa en esta búsqueda sin fin de una infinidad de deseables…
¿Qué reina sobre mi? pensaba ella. ¿Quién es realmente el Dueño. el Maestro de mi deseo? E inmediatamente se unía a la oración “Yeshua – Yo Soy”, presente en ella : “Que venga tu Reino”, es decir, que Tu Espíritu, Tu Aliento de libertad me anime, que no sea yo esclava ni de mí misma (de mis pensamientos, de mi pasado), ni de nadie. Que no obedezca yo más que al Amor, que sea la voluntad de la Vida que se haga, que se realice en mí…
Y de nuevo invocaba el Nombre, “se ajustaba” a la Presencia de “Yo Soy” en ella para que estableciera su Reino en todas las dimensiones de su ser : carnales, afectivas, mentales y espirituales. Ante todo buscaba eso que está en todas partes y siempre presente; en Su Presencia, en Su Luz, y Su Amor, todo le era dado por añadidura.
En esa soledad que otros habrían encontrado atroz e insoportable, comprendía al fin unas palabras del que la enseñaba, el Maestro, que le habían parecido tan injustas: A aquel que tiene se le dará y a aquel que no tiene se le tomará incluso lo “que tiene”.
A quien tiene el amor dentro de sí, todo le aparecerá como un don, todo le será dado como por añadidura, gratuitamente, “gracia sobre gracia”"…
A quien no tenga amor, incluso lo que tiene, le aparecerá sin sabor, como absurdo, el mundo estará “de más” y se sentirá de más en el mundo.
Buscar ante todo “cómo amar” ¿quizás era esa la cuestión? Y amar, quizás no era experimentar grandes emociones o grandes sentimientos, era ver, mirar lo que estaba ante sus ojos, agradable o desagradable, no buscar nada más que lo que es y está presente , ya que, a partir de lo que era y estaba presente se le presentaba la ocasión de “aprender” a amar.
Aprender siempre… no pretender “saber”, ya que lo que sabemos data de ayer, sólo en la frescura del instante o en la frialdad de lo inaceptable la ocasión (kairos) no es dada….
No podemos cambiar los acontecimientos, podemos cambiar nuestra manera de afrontarlos; no podemos cambiar el mundo, podemos cambiar nuestra mirada sobre al mundo… En el corazón está la diferencia… ¿dónde si no?
Así pensaba Myriam y no era “espiritualidad de lujo”, altas especulaciones, sino sabiduría de los pobres, sabiduría de la tierra que no se queja de la tormenta… Sabiduría de las bestias y las plantas, heridas por la Vida que las sostiene y las alimenta.
Traducción M.L. González