En lugar de luchar contra el mal, poniéndose a su nivel, compartiendo a nuestro pesar su energía destructora, sin duda sería más sabio fortalecer en nosotros el bien o lo que consideramos lo mejor. Fortalecer lo que es sano puede liberarnos desde dentro de lo que nos enferma. No tenemos nada que temer de los seres sanos, de corazón abierto e inteligencia viva, sean ateos, musulmanes, judíos o cristianos, sea cual sea su raza, su edad, su partido político, su riqueza o su pobreza… Tenemos todo que temer de los seres enfermos y malsanos, de corazón cerrado e inteligencia estrecha, intolerante, sean ateos, musulmanes, judíos o cristianos. Sea cual sea su raza, su edad, su partido político, su riqueza o su pobreza… Nuestra acción consistirá en fortalecer en nosotros y en todo lo que nos rodea la salud, la apertura del corazón y el despertar de la conciencia; frente a estas realidades, la estupidez, la violencia y el odio no pueden nada, por el contrario, lo que estas realidades confronten será considerado como una prueba, una ocasión de crecimiento en sabiduría y en amor, y al menos de esta manera no se añadirá mal al mal, sufrimiento al sufrimiento, odio al odio… Esta fuerza y esta sabiduría de un vencedor sin vencidos ni víctimas; ¿Es posible? Podemos imaginar que sí (creerlo), y vivirlo, realizarlo: “¡Tú puedesǃ” nos dicen los santos, los sabios y los terapeutas de nuestra humanidad siempre y para siempre en un devenir constante.