de Michel Biehn, Editions de la Martinière, 2006
El Pelo y el Peso
La depilación y el régimen parecen ser dos formas de tortura privilegiadas de la estética corporal contemporánea.
El vello y el peso son dos enemigos que hay que echar del territorio de nuestra desnudez.
Si hoy podemos mostrar casi todo del cuerpo humano hay que esconder a toda costa el vello y el peso.
¿Por qué?
¿El peso nos recordaría nuestra evidente pesadez/gravedad, nuestra inscripción en el espesor de la materia?
¿El vello os recordaría nuestra evidente animalidad, nuestra inscripción en la evolución de las especies?
¿La prohibición de la depilación en el Corán explicaría el velo?
No se muestra una mujer con el “vello desnudo, ” se guarda al “animal” detrás de las rejas para que sus instintos no estén disponibles más que para su domador?
Sólo se muestra a la mujer desnuda (y hoy también al hombre) perfectamente depilados, la mujer a vello desnudo y el hombre velludo – esos salvajes – ya no están de moda…
Sin embargo, el pelo no es sólo atributo del hombre salvaje, sino también del hombre espiritual.
Una mujer “faraón” (Hatshepsut) no podía ser representada sin barba, símbolo de sabiduría.
La palabra “sear” el vello, el pelo en hebreo significa también “el principio” y designa en su homónimo “saar”, el estremecimiento en presencia de lo “numinoso” – experiencia de lo sagrado desconocido.
Según los biólogos el pelo de los animales como el de los humanos (especialmente el cabello) son antenas, sobre todo cuando están erizados. Todos estos pelos les hacen sensibles a diferentes vibraciones que parecen pertenecer a otros planos del Ser o a “otros niveles de realidad” (para hablar en el lenguaje de los físicos contemporáneos).
El hombre salvaje como el hombre espiritual tienen muchas “antenas” en común.
Afeitar a uno es también afeitar al otro.
A menudo se dice de un hombre barbudo que se esconde detrás de su barba…
Sin embargo, ¿quién está más “desnudo” el hombre velludo (natural) o el hombre afeitado (cultural)?
Lo que se desprende de un “skinhead”, ya sea nazi o marine americano, es de toda evidencia diferente de lo que emana de un hippie y otros pacifistas de pelo largo…
Pero si comparamos el monje Zen del monje latino, ambos afeitados, a los rishis de la India y a los monjes ortodoxos, que conservan el pelo y la barba “íntegra”, ¿llegaremos a decir que su “peinado” atestigua de dos teologías del Despertar y de la Gracia diferentes?
Una que consideraría “el despertar” y la Gracia una superación de la naturaleza a través de la ascesis (ejercicio) y el dominio (maestría) una humanidad “light”, “depilada” de todo lo que tiene de “animal” o de demasiado material…
La otra teología consideraría el Despertar y la Gracia como la realización de la naturaleza respetada en su integridad, una humanidad abierta al otro y relacionada con todo lo que la rodea y “más allá”… a través de numerosas antenas (vello y cabellera) con lo que la naturaleza la ha dotado.
El hombre del futuro no será seguramente ni un simio ni un sabio… pero un ser perfectamente depilado, de los pies a la cabeza, un hombre “light”
perfectamente “liberado” de todos esos recovecos olorosos como los pelos y las grasas. Su cuerpo impecablemente hidratado al aceite se acercará sin duda a su modelo todavía virtual : el robot de engranajes flexibles y mirada de acero.
Si hubo épocas en que la grasa y el vello tiernamente nutridos y queridos envolvían el cuerpo de la mujer con aromas poderosos, nuestra época, en lugar de esas bellezas palpables y sensibles, prefiere bellezas sin olor, sin vello, ni peso, evas virtuales “mujeres ideales” con las que conoceremos placeres sublimes por pantallas superpuestas, sin riesgo de virus o de “enfermedades sexualmente transmisibles”, pero también sin riesgo de “encuentro”…
El Amor por fin “limpio” desnudo y nulo, sin pelos ni peso
El Amor solo con nuestro teclado,
El Amor sin “El Otro”
El Amor?